Quiero compartir un recuerdo que me produce un escalofrío cada vez que viene a mi memoria. Durante la carrera recuerdo que en el bar me cruzaba de vez en cuando o compartía barra con Ernest Lluch. Mientras apuraba el cortado y lo veía solo en la barra ojeando el periódico muchas veces pensé, que fácil es. Correcto que fácil es hacer una desgracia, como así ocurrió el 21 de noviembre del 2000.
Jamás lo tuve como profesor, pero si que me quedará el recuerdo de dos cosas que ahora mismo o no tenemos o vamos a perder. El diálogo y la sanidad. Lo primero le costo la vida, si hoy siguiese vivo no dudo que pelearía por conservar algo que nos beneficia a todos, la sanidad universal. Le recuerdo muchas tardes de radio analizando la actualidad con Santiago Carrillo y con Miguel Herrero de Miñón en el programa de Gemma Nierga. Y recuerdo que una de sus hijas trabajaba en la misma empresa que estaba yo cuando lo mataron.
Hoy queda, una fundación para trabajar su obra y su recuerdo, una escultura de cristal en la Facultad de Economía y Empresa (o eso había la última vez que pase por allí, cuando era Facultad de CC Económicas) y una ausencia pública que con los años se me antoja mas grande.