todos los seres poseen primeramente un valor en sí mismos, por el simple hecho de haber surgido a lo largo de millones de años de evolución y enseguida poder ser generosamente útiles para sus hermanos y hermanas nosotros, los seres humanos.
Por más amenazas que pesen sobre la Casa Común, la Tierra, atacada en todos los frentes por el tipo de cultura que hemos desarrollado en los últimos dos siglos, explotando ilimitadamente sus limitados bienes y servicios, más directamente para la acumulación material de unos pocos, a pesar de todo eso ella continúa ofreciéndonos generosamente la belleza de los frutos, flores, plantas, animales y una amplia biodiversidad.
A mí me impresionan las pequeñinas flores rojas y amarillas de tres vasos que cuelgan de una de mis ventanas. Ellas, alegres, sonríen al universo. Eso me remite a la frase del místico poeta alemán Ángel Silesius que dice: «la flor no tiene un porqué, florece por florecer, no se preocupa de si la miran o no, simplemente florece por florecer».
Sabemos que solamente un 5% de la vida es visible. Lo restante es invisible, está compuesto de microorganismos, bacterias, virus y hongos. Ya…
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